El gran San Bernardo nos dice que, si no queremos juzgar temerariamente al prójimo, debemos evitar ante todo aquella curiosidad, aquel deseo de saberlo todo, y huir de toda investigación acerca de los hechos y dichos de los demás, o acerca de lo que pasa en la casa del vecino. Dejemos que el mundo vaya siguiendo su camino según Dios le permite, y no pensemos ni juzguemos mal sino de nosotros mismos. El cura de Ars: Sobre el juicio temerario
Decían un día a Santo Tomas que se fiaba demasiado de la gente, y que muchos se aprovechaban de su bondad para engañarle. Y el Santo dio esta respuesta, digna de que la grabemos en nuestro corazón: "Tal vez sea esto cierto; pero pienso que sólo yo soy capaz de obrar mal, siendo cómo soy el ser más miserable del mundo; prefiero que me engañen a que me engañe yo mismo juzgando mal de mi prójimo". El cura de Ars: Sobre el juicio temerario
San Pacomio le contestó: «Debemos tener siempre ante nuestra vista el retrato del prójimo y el nuestro: si contemplamos con atención el nuestro, con los defectos que le acompañan, tendremos la seguridad de apreciar debidamente el de nuestro prójimo para no hablar mal de su persona; al verlo más perfecto que el nuestro, a lo menos le amaremos cómo a nosotros mismos». El cura de Ars: Sobre el juicio temerario
El sólo pensamiento de que un día iremos a ver a Dios, y quedaremos libres de toda clase de penas, ¿no debería ya consolarnos en nuestros tribulaciones? El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Algunas veces, durante el día, salgan de lo íntimo de nuestro corazón estas palabras: «Dios mío, os amo y adoro juntándome a todos los Ángeles y santos que están en el cielo». El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Pidámosle la gracia de no pensar más que en Él, y de desear tan sólo agradarle en todo cuanto practiquemos durante nuestra vida. "¡Dios mío, -hemos de decir-, deseo amaros tanto cómo todos los Ángeles y santos juntos. Quiero unir mi amor al que por Vos sintió vuestra Santísima Madre mientras estuvo en la tierra. Dios mío, ¿cuando podré ir a veros en el Cielo, a fin de amaros más perfectamente?" El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Si nos hallamos solos en casa, ¿quién nos impedirá arrodillarnos? Y mientras tanto podríamos decir: "Dios mío, quiero amaros de todo corazón, con todos sus movimientos, afectos y deseos; ¡cuanto tarda en llegar el momento de ir a veros en el Cielo!" ¿Lo ves cuán fácil sea conversar con Dios, y orar continuamente? En esto consiste orar todo el día. El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Antes de empezar la jornada, podemos decir a Dios Nuestro Señor: "Dios mío, os ofrezco todos los pensamientos, deseos, palabras y obras que ejecutaré en el día de hoy; hacedme la gracia de practicarlo todo rectamente y con la sola mira de agradaros a Vos". Después, durante el día, procuraremos renovar repetidamente este ofrecimiento, diciendo a Dios: "Ya sabéis, Dios mío que os tengo prometido desde la mañana hacerlo todo por amor vuestro". El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Cuando nos mandan algo que nos repugna, digamos al Señor: "Dios mío, os ofrezco esto en honor del sagrado momento en que se os condenó a morir por mi". El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Decidme: si acertásemos a formarnos una idea de la hermosura de Dios, ¿podríamos dejar de amarle? ¡Cuán ciegos somos! No pensamos más que en la tierra y en las cosas creadas, y nos olvidamos de las divinas, que nos elevarían hasta Dios, mostrándonos en alguna manera sus perfecciones y moviendo saludablemente nuestro corazón. El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Digo que debemos amar a Dios porque Él nos lo manda. San Agustín, hablando de este mandamiento, exclama: "¡Oh precepto estimable! ¡Dios mío! ¿Quién soy yo para que me ordenéis que os ame? Si no os amo, me amenazáis con grandes calamidades, ¿es por ventura una calamidad pequeña dejar de amaros? ¡Como! Dios mío, ¿Vos me mandáis que os ame? ¿No sois Vos infinitamente amable? ¿No sería ya demasiado el que nos lo permitieseis? ¡Que dicha para una criatura tan miserable poder amar a un Dios tan digno de ser amado! ¡Ah!, favor inapreciable, ¡cuan desconocido eres!" El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
San Agustín decía a Dios: "Cuando mi corazón, Dios mío, sea bastante grande para amaros, entonces amaré con Vos a las demás cosas, más como quiera que mi corazón será siempre demasiado pequeño para Vos, ya que sois infinitamente amable, no amaré jamás otra cosa fuera de Vos". El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Debemos, durante el día, dirigir hacia Él nuestros pensamientos, y hasta por la noche, al despertarnos, hemos de prorrumpir en actos de amor a Dios, diciéndole: "Dios mío, hacedme la gracia de amaros cuanto me sea posible". El cura de Ars: Sobre el primer precepto del decálogo
Nos dice San Agustín: "Si os humilláis profundamente, si reconocéis vuestra nada y vuestra falta de méritos, Dios os dará gracias en abundancia; mas, si queréis exaltaros y teneros en algo, se alejará de vosotros y os abandonara en vuestra pobreza". El cura de Ars: Sobre la humildad
Llamó entonces al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba a la cintura; y Yahveh le dijo: "Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella". Y a los otros oí que les dijo: "Recorred la ciudad detrás de él y herid. No tengáis una mirada de piedad, no perdonéis; a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres matadlos hasta que no quede uno. Pero al que lleve la cruz en la frente, no le toquéis. Empezad a partir de mi santuario." Ezequiel 9
Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero". 2 Pedro 2,20